jueves, 14 de abril de 2011

Mi hermano de acero

Mientras se duchaba, luego de su rutina en el gimnasio, mi hermano notó un "bultito" (tamaño de una canica) cerca de la ingle. Le pareció raro; pensó que podía ser producto de alguna infección. Efectivamente, el médico le indicó un tratamiento de diéz días por infección de hongos en los piés. Iniciado el tratamiento, el día cuatro descubrió cinco o séis bultitos en los dos muslos y fue alertado por un compañero: "Puede ser cáncer", le dijo.

Le indicaron una biopsia del tejido en cuestión. Resultado: Linfoma no-Hodgkin (LNH). Un tipo de cáncer muy común y agresivo que surge en los linfocitos (una clase de glóbulos blancos en la sangre).  Cuando el doctor pronuncia la palabra cáncer, pensamos inmediatamente: muerte. Cáncer, sinónimo de muerte; entonces no dices "tomo antibióticos unos días y controlo la enfermedad". No, no combatirás a la enfermedad con diéz o veinte días de tratamiento. Piensas: ¿Cuánto tiempo me queda? ¿Podré hacerme un tratamiento o ya es inútil? Comienzan los primeros cuestionamientos: ¿Por qué yo? ¿Qué hice para merecer esto? Dios me castiga.

"Pasaron mil cosas por mi mente", cuenta mi hermano, "y creo que fue normal entristecerme después de ver el cuadro de dolor de mis hijos y mi esposa al conocer el diagnóstico. Pero después que pasa esta impresión, lo recomendable es aceptar primero que uno tiene la enfermedad, y afrontar con tranquilidad lo que se viene". Así empezó su primer ciclo de  tratamiento químico; luego se haría necesario el segundo en un período de dos meses.

El cáncer, si bien su diagnóstico es más frecuente ahora, no es muy frecuente tener el alma de acero para enfrentarlo. Y, así como hay en el mundo millones de personas que abandonan la lucha, también hay millones que vencen. Yo vi cómo mi hermano enfrentó con dignidad y paciencia su largo y doloroso tratamiento y su retorno al camino que lo mantiene en la vida. Pienso que Dios lo eligió entre nosotros pues con su fuerza física y espiritual pudo soportar estos años de dolor.

La mejoría casi inmediata después de las primeras sesiones de quimioterapia daba esperanzas, pero pasados ocho días se comprobó que los tumores seguían creciendo, y se empezaron a manifestar malestares nuevos en su organismo y mente en tanto se hacía una constante ver y sentir agujas pinchando su cuerpo, y filudas navajitas ingresando para extraer las masas enloquecidas que buscaban llenar espacios debilitados para desarrollarse rápidamente, antes que el fuego de los químicos las extermine.

"Luego, miras al espejo pensando que no lo limpiaron, pasas la mano sobre él, vuelves a pasarla y nada. Es tu cara que tiene las manchas que no podrás quitar con tu mano. Pero sí el cabello, el cabello sí se queda en tus manos. Entonces decides (para evitar "esa impresión") pasar la máquina que ya no necesitas para rasurar tu barba, por tu cabeza. Y mira que lindo quedas: intelectual". Cuando te visiten, no sentirán ese trago contenido ni lágrimas contenidas y algunos te diremos: "Estas guapo", y tú contestarás: "Me afeité toda la cabeza porque los pelos caen por todos lados y ensucian mi bata, y como ya no tengo pelos en ninguna parte..." agregarás riendo. y todos reímos para relajar los músculos y sacudir la tristeza. Y todos rezamos también...

¿Quiénes somos todos? Sus hijos, su esposa, sus padres, hermanos, suegros, primos y muchos amigos y compañeros de trabajo, que fueron un ingrediente muy importante durante la terapia. Se hacían entonces cadenas de oración para ayudar a la Medicina. "Yo también rezaba", cuenta él, "trataba de estar espiritualmente tranquilo, oraba constantemente".

Luego de estos tratamientos sin resultado, se propone un trasplante de médula ósea. Para tal efecto necesitan un donante. Escogida entre los tres hermanos, previos análisis de compatibilidad, mi hermana menor fue la agraciada. A pesar de que hace una veintena de años, que casi hemos olvidado, ella también enfrentó un cuadro primario de cáncer.  Fue privilegiada para salvar la vida de nuestro hermano. Pienso que siendo él como es, tan noble y solidario siempre, si la donación se hubiera realizado a voluntad, hubiera tenido una hilera interminable de donantes. Él es una persona que siempre está pendiente de las necesidades de los demás y en sus diversos acontecimientos felices y penosos: cumpleaños, enfermedades, velorios. Y todavía lo hace.

Entonces, ya en los Estados Unidos, donde se llevaría a cabo el procedimiento, antes del trasplante de médula ósea recibió ocho ciclos de quimioterapia de cinco días cada uno cada veinticinco días, y cinco minutos diarios de radioterapia local por una semana con el fin de matar células cancerígenas. Finalmente se procedió al trasplante de células madre, y en este período de espera prepararon sicológicamente al paciente pues en caso de trasplante apenas el cinco por ciento sobreviven. A los ocho días se vieron resultados positivos. El cáncer estaba controlado, con sus efectos secundarios propios debido a la disminución de defensas. Sin embargo por un descuido (que puede ser mortal en esta etapa) contrajo neumonía y una infección en el colon dieciocho días después del procedimiento. Afortunadamente salió bien librado y, al cumplir los cien días de trasplante ya funcionaba al cien por ciento; pudo celebrar entonces su nuevo nacimiento con el consiguiente cambio de grupo sanguíneo.

Después de diez largos meses de ausencia, lo recibimos con una alegría fácil de imaginar. A pesar de su deteriorado aspecto físico, conservó el optimismo indispensable para comenzar una nueva vida llena de precauciones y de sustos cada vez que parecía recaer. Hasta que, recuperada la confianza, vuelve a su rutina a veces excediéndose en viajes y reuniones donde no se priva de mucho. Y con humor ahora celebra que no estamos tomando café o pisco en su misa de séis años de difunto. Él sigue librando batallas con la pelona, en su vida condicionada; nosotros, los que carecemos de este diagnóstico  carecemos de la conciencia cotidiana de vencer a la muerte. Nos falta humildad para aceptar que somos mortales, que debemos cuidarnos y cuidar a los demás, querernos y aceptarnos y hacer la vida más fluída.


Los pacientes con cáncer necesitan el apoyo sostenido de sus familiares y amigos. La familia, en especial, debe mantener la calma pues el sentir a la muerte cerca nos descontrola, nos enfrenta y eso puede destruirnos. Deben entender asimismo la naturaleza de la enfermedad, cumplir el tratamiento y decidir su calidad de vida. así como pasar exámenes periódicos.


En el lapso de dieciocho meses, tres años después del trasplante y después de soportar varios meses de dolores en las articulaciones, mi hermano tuvo que someterse a dos cirugías: Artroplastía total de cadera derecha e izquierda por presentar necrosis avascular debida al uso excesivo de corticoides.

De vez en cuando jugamos con él con el tema de la muerte sin ningún problema y, le pregunto ¿Cómo haces para seguir caminando con esas extrañas piezas dentro de tu cuerpo? Él responde tranquilamente: "Con terapia física permanente, deporte limitado, y acudiendo a mis exámenes médicos mensuales. Pero, sobre todo, vivo con mucha fe y pido todos los días por todos, no solo por los enfermos".


   Salmos 103.2-5
"Bendice, alma mía, a Jehová, y no olvides ninguno de sus beneficios. Él es quien perdona todas tus maldades, el que sana todas tus dolencias, el que rescata del hoyo tu vida, el que te corona de favores y misericordias, el que sacia de bien tu boca de modo que te rejuvenezcas como el águila"